jueves, 30 de abril de 2009

¿Quién es Muhammad?

Afirmación de la veracidad del mensaje profético de Muhammad


Obligación de creer en todos los Profetas y que fueron mandados con el mismo Mensaje

El Noble Corán nos informa que el verdadero creyente tiene que creer en todos los Profetas y Mensajeros enviados por Dios, así como creer en todas las revelaciones descendidas a todos ellos. Esto es algo esencial para tener una fe incondicional, sin diferenciar entre ninguno de los Profetas creyendo en unos y rechazando a otros. Dios dice en el Corán:

Decid: Creemos en Dios y en lo que nos fue revelado, en lo que reveló a Abraham, a Ismael, Isaac, Jacobo y las doce tribus [descendientes de los hijos de Jacobo], y lo que reveló a Moisés, Jesús y a los Profetas. No discriminamos entre ellos, y nos sometemos a Él. (Corán 2:136 ).

También nos informa sobre quien discrimina entre los Profetas, creyendo en unos y descreyendo en otros: no es un musulmán. Dice en el Corán:

Por cierto que quienes no creen en Dios ni en Sus Mensajeros y pretenden hacer distinción entre [la fe en] Dios y Sus Mensajeros diciendo: Creemos en algunos y en otros no, intentando tomar un camino intermedio. Ellos son los verdaderos incrédulos. Les tenemos reservado a los incrédulos un castigo denigrante. Pero quienes crean en Dios y en Sus Mensajeros sin hacer distinción [de fe] entre ellos, les concederá su recompensa. Dios es Absolvedor, Misericordioso. (Corán 4:150–152).

Basándonos en esto, el verdadero creyente es quien cree en todos los Profetas de Dios, empezando por el primero de ellos (Adán) hasta el último (Muhammad) –que la paz y la misericordia de Dios sean con todos ellos–, quien cree que todos vinieron con el mismo mensaje y con la misma religión, que es la siguiente: La invitación a adorar a Dios el Altísimo, únicamente, sin interponer intermediarios, equivalentes o asociados, como dice Dios en el Corán:

Por cierto que enviamos a cada nación un Mensajero [para que les exhortase a] adorar a Dios y a evitar a los tagût [lo que se adora fuera de Dios y se complace el adorado por ello] (Corán 6:36).

Las legislaciones correspondientes a cada Mensajero eran diferentes, pero su creencia nunca cambió.

Profecías de los Mensajeros anteriores sobre Muhammad

Es obligatorio saber, antes que nada, que no es un requisito que exista una profecía anterior para afirmar la veracidad de un Profeta posterior, aunque no hay duda de que es una fuerte razón para establecer y aceptar la veracidad del mensaje profético.

De hecho, los judíos y los cristianos esperaban a un Profeta después de Jesús. Esto es evidente dentro de sus Escrituras, pues en el Evangelio de San Juan encontramos lo siguiente:

«Y éste es el testimonio de Juan, cuando los Judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y Levitas, que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Y confesó, y no negó; mas declaró: No soy yo el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. » Evangelio de San Juan 1; 19–21.

Se clarifica con esto que los Judíos esperaban a otro Profeta aparte de Jesús, el hijo de María –que la paz sea con él–, ¿y quién podría ser sino el Profeta Muhammad, el último de los Mensajeros y Profetas?

El Corán menciona que Jesús también predicó el advenimiento del Profeta Muhammad:

Y cuando Jesús, hijo de María, dijo: ¡Oh, hijos de Israel! Yo soy el Mensajero de Dios, enviado a vosotros para corroborar la Torá y anunciar a un Mensajero que vendrá después de mí llamado Aĥmad. Pero cuando se les presentó con las evidencias, dijeron: ¡Esto es pura magia! ¿Existe alguien más inicuo que quien inventa mentiras acerca de Dios cuando es invitado al Islam? Ciertamente Dios no guía a los inicuos. (Corán 61:6,7).

Este Profeta mencionado por Jesús es el Profeta Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con él–, Ahmad es uno de sus tantos nombres. Sus nombres son muy similares en su sentido e implican su alto rango.

Hay numerosas profecías dentro de las Escrituras correspondientes al Profeta Muhammad, algunas hechas por Moisés y otras por Jesús –que la paz sea con ellos–. Éstas siguen presentes tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, a pesar de todas las tergiversaciones que se les hayan hecho a lo largo de los siglos y de que no están auténticamente preservadas desde el tiempo en que se revelaron. Éstas son una prueba del extravío de aquél que no crea en el último de los Profetas, Muhammad, y sus hermanos los Mensajeros. Encontramos en Deuteronomio, Capítulo 18:

« Y el Señor me dijo: Bien han dicho. Profeta les suscitaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas será, que cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le residenciaré.» Deuteronomio, 18:17–19.

Este Profeta que sería similar a Moisés, en medio de sus hermanos –es decir, de los descendientes del hermano de Isaac, Ismael–, no cabe duda que es Muhammad, porque es el único similar a Moisés, y es el único de los descendientes de Ismael. La frase: « y pondré mis palabras en su boca » es una referencia al Noble Corán que Dios reveló y protegió en el corazón del Profeta Muhammad y enseñó a sus compañeros, y « él les hablará todo lo que yo le mandare.» concuerda con lo que dice el Noble Corán cuando Dios le dice al Profeta:

¡Oh, Mensajero! Transmite lo que te ha sido revelado por tu Señor. ﴿ (Corán 5:67).

La frase « Mas será, que cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le residenciaré. » significa que él será interrogado acerca de si creyó en el Profeta o no. En el Día del Juicio, aquél que lo obedezca entrará al Paraíso y aquél que lo rechace obtendrá el castigo y el Fuego.

Otro versículo en Deuteronomio que avisa acerca de la llegada del Profeta Muhammad es el siguiente:

« Y dijo: El Señor vino de Sinaí, Y de Seir les esclareció; Resplandeció del monte de Parán, Y vino con diez mil santos: A su diestra la ley de fuego para ellos. » Deuteronomio 33:2.

«El Señor vino de Sinaí» es una referencia a Moisés y la revelación de la Torá que le fue otorgada; «Y de Seir les esclareció» es una montaña en Palestina, esto es una referencia a Jesús y la revelación del Evangelio; «Resplandeció del monte de Parán» es referencia a las montañas de Makkah, pues Parán es uno de sus nombres, en ella se encuentra la cava de Hira, en la montaña Nur, situada en un valle de Makkah, donde empezó la revelación del Corán al Profeta Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con todos Sus Profetas–.

En el Libro del Génesis podemos leer:

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«No será quitado el cetro de Judá, Y el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Shiloh; Y á él se congregarán los pueblos. » Génesis 49:10.

Muchos comentaristas tienen explicaciones contradictorias acerca de este versículo y el significado de la palabra “Shiloh” y su propósito, el problema de esto es su aferración inconsciente, son pocos los valientes y honestos comentadores sabios entre sus eruditos que han dicho: “El propósito de esta frase es Muhammad sin duda alguna” La traducción del significado de la palabra “Shiloh” es “Aquél que lidera a la gente”, por lo tanto, este versículo menciona el tiempo en que los judíos perderían su gran estatus en el camino del Señor y la Profecía ya no surgiría entre ellos. Esto es también una clara referencia a Muhammad.

También podemos leer en Hageo, Capítulo 2:6–9, los siguientes versículos:

«Porque así dice el Señor de los ejércitos: De aquí á poco aun haré yo temblar los cielos y la tierra, y la mar y la seca: Y haré temblar á todas las gentes, y vendrá el Deseado de todas las gentes; y henchiré esta casa de gloria, ha dicho el Señor de los ejércitos. Mía es la plata, y mío el oro, dice Dios de los ejércitos. La gloria de aquesta casa postrera será mayor que la de la primera, ha dicho el Señor de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice el Señor de los ejércitos.».

La frase Deseado de todas las gentes es una transliteración de la palabra hebrea hamdoon, que significa “El que es elogiado”. Entonces, el hamdoon de todas las gentes es precisamente el significado de “Muhammad”: quien es elogiado por todos.

También hay referencias en el Nuevo testamento acerca del advenimiento del Profeta Muhammad. En un verso del Evangelio de Juan, leemos:

« Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré. » (Evangelio de Juan 16:7).

Aquí ahí una frase que frecuentemente es traducida como consolador o confortador (paráclito), que en el griego original es muy similar a periclytos, y ésta es la traducción en griego del nombre de Muhammad, aquél que es elogiado por todos. La mayoría de los comentadores tratan de explicar que este versículo se refiere al Espíritu Santo, sin embargo, esta explicación simplemente no tiene validez. El Espíritu Santo estuvo presente durante el tiempo de Jesús y lo consoló, y también a sus discípulos, no había necesidad que Jesús “partiera” antes de la llegada del Espíritu Santo. Además, no se refiere en ningún momento al Espíritu Santo con este nombre. Los musulmanes saben que ésta es una clara y directa referencia de la llegada de otro Profeta después de Jesús. El Profeta cuya venida anunció Jesús, y que llegaría después de su partida, ése Profeta es Muhammad.

Desafortunadamente, muchos eruditos de la tradición Judeo–Cristiana niegan estas profecías sobre el Profeta del Islam y tergiversan sus significados del significado original.

Adicionalmente, existe el problema de la traducción sobre los dichos originales de Jesús en su idioma original, pues no fueron preservados así (desde que los Evangelios fueron escritos en griego y no en arameo, la lengua de Jesús). Porque una palabra puede tener un gran significado de parentescos o connotaciones, y sólo una es escrita por el traductor, es natural que el traductor coloque la traducción que va de acuerdo a su fe y a sus preconceptos, así como que descarte las otras posibilidades y alternativas al traducir. De esta manera, los lectores de las Escrituras en español (¡Aún así en griego!) actualmente no leen las palabras originales de los Profetas de Dios, leen las interpretaciones de esas palabras hechas por un traductor o un grupo de traductores. De hecho, en muchas ocasiones (como en el español), están leyendo las traducciones de las traducciones. Entonces, se podrá imaginar cuántas palabras y verdaderas connotaciones se han descartado de los textos presentes hoy en día.

El Profeta Muhammad ha sido enviado por Dios para toda la humanidad, vino a confirmar el mensaje de los Profetas anteriores, no a destruirlos. Él fue enviado con el mismo mensaje que todos los Profetas anteriores fueron enviados: que la humanidad adore al Único Dios. A él le fue revelado el Corán, el Libro más grandioso de todas las revelaciones, el más completo y preservado de ellos. En verdad, el Profeta llamó a los hombres al mismo mensaje que los Profetas llamaron anteriormente, dice el Corán:

(Dispusimos para vosotros la misma religión [monoteísta] que le habíamos encomendado a Noé, y que te revelamos a ti [en el Corán], y que le encomendamos a Abraham, Moisés y Jesús; para que seáis firmes en la práctica de la religión, y no os dividáis en ella. Pero a los idólatras les parece difícil aquello a lo que tú les invitas [al monoteísmo]. Dios elige [para que acepte la fe] a quien quiere, y guía hacia Él a quien se arrepiente) (Corán 42:13).

Y también Dios el Altísimo dice:

(Y por cierto que a todos los Mensajeros que envié antes de ti [¡Oh, Muhammad!] les revelé que no existe más divinidad que Yo, [y les ordené:] ¡Adoradme sólo a Mí!) (Corán 21:25).

Conocimiento de los judíos y los cristianos sobre el Mensaje Profético

Hay numerosas narraciones en los libros de historia y narraciones del Profeta Muhammad que muestran cómo muchos sabios de los judíos y cristianos estaban a la espera del surgimiento de Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con él–.

Dentro de estas historias se encuentra el asombroso relato del gran Sahâbi Salman el persa. Salman, originalmente, era zoroastriano, pero se sintió atraído por el Cristianismo. Eventualmente se encontraba bajo la tutela de un monje sabio y estudioso –que permanecía sobre la verdadera religión de Jesús–. Cuando el monje estaba cerca de morir, Salman pidió de él que le aconsejara acerca del viaje que iba a realizar y el monje le dijo: « No conozco a nadie que siga creyendo en lo que nosotros creemos, te ordeno que vayas a él. Aún así, estás muy cerca del tiempo en que el Profeta será enviado. Él vendrá de una tierra santa, emigrará a una tierra entre dos llanuras volcánicas y fértiles, llena de árboles de dátiles. Tendrá signos que no se ocultan: entre sus hombros podrás ver el signo de la Profecía, comerá de los regalos, pero no de la caridad. Si es posible que te dirijas hacia ese territorio, hazlo, porque el tiempo en el que se acerca está por llegar ».

Salman narra una larga historia: menciona cómo fue tomado por esclavo, y después fue llevado hacia Madinah (una ciudad situada entre dos llanuras volcánicas y que es conocida por sus palmeras de dátiles). Se encontraba en Madinah cuando llegaron noticias de que una persona clamaba ser Profeta y había emigrado desde Makkah. Salman consiguió visitarlo y le ofreció algunos dátiles para que comiera. Clamando que esos dátiles eran de caridad, el Profeta no comió de ellos, pero le dijo a Sus compañeros que sí lo hicieran. Salman fue en otra ocasión y le volvió a presentar otros dátiles, pero esta vez como un regalo, y el Profeta comió de ellos junto con sus compañeros. Cuando Salman intentó echar un vistazo al Sello de la Profecía que tenía entre sus hombros, el Profeta permitió por sí mismo que lo viera. Es así como Salman aceptó el Islam y narró su historia a los musulmanes. [Compilado por Imâm Ahmad en Al Musnad (5/441–444) y Al–Hâkim, (Al Mustadrak 2/16) y los clasificó como (Sahîh –auténtico) de acuerdo a la condición de Muslim y concordó con él Ad–Dhahabi.]

Los judíos en Madinah también tenían conocimiento sobre un Profeta que iba a ser enviado, como es mencionado en el Corán. Los judíos suponían que el Profeta sería un judío de sus mismas tribus y alardeaban de esto a los árabes. Al enterarse de que el Profeta no venía de los hijos de Israel, sino de la descendencia de Ismael, lo rechazaron, a pesar de que reconocían las características proféticas encontradas en la persona de Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con él–. El Corán dice que los judíos reconocían al Profeta claramente como reconocían a sus propios hijos:

(Aquellos a quienes concedimos el Libro [judíos y cristianos] conocen al Mensajero como conocen a sus propios hijos, y por cierto que parte de ellos, a pesar de saberlo, ocultan la verdad. La verdad proviene de tu Señor, no seas pues, de los que dudan.) (Corán 2:146,147)

En otra parte explica la razón de su rechazo:

(Y cuando les llegó [a los judíos] el Libro de Dios [el Corán] que confirmaba lo que ya tenían [en la Torá], a pesar que imploraban el auxilio contra los incrédulos, cuando se les presentó [el Mensajero] que ya conocían, no creyeron en él. ¡La maldición de Dios sea sobre los incrédulos! Que mal que obraron al no creer en lo que Dios reveló, por envidia debido a que Dios favoreció a quien quiso de Sus siervos, incurriendo repetidamente en su ira. Y los incrédulos tendrán un castigo degradante) (Corán 2:89,90).

En otras palabras, antes del advenimiento del Profeta que iba a ser enviado, ellos clamaban que sería quien les traería la victoria sobre los árabes, pero cuando el Profeta surgió de entre los mismos árabes, lo rechazaron por no ser de su raza, a pesar de que tuviera todos los signos del Profeta que esperaban.

Dijo uno de los nuevos musulmanes de la ciudad de Madinah: «Algo que nos hizo interesarnos en el Islam, después de la misericordia y guía de Dios el Altísimo, fue que escuchábamos lo que solían decir los judíos. En ese entonces, éramos paganos y adoradores de ídolos, ellos eran gente de la Escritura y tenían un conocimiento del cual nosotros carecíamos. En ocasiones, había discusiones entre nosotros y cada vez que hacíamos algo que les molestaba nos decían: “El tiempo en el que surgirá nuestro Profeta está muy cercano. Nosotros pelearemos con él en contra de ustedes y los mataremos como las tribus anteriores fueron matadas». (Sirah de Ibn Hishâm 1/231).

Heraclio, Emperador de Roma, y su conocimiento sobre la veracidad de la Profecía.

Uno de los grandes incidentes que muestra claramente el conocimiento sobre el advenimiento del Profeta Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con él– es que era conocido por Heraclio, el Emperador bizantino (610–640). Él era un hombre educado y estudioso de las Escrituras. El Profeta Muhammad había escrito una carta a uno de los gobernadores de las provincias bajo el gobierno de Heraclio que la haría llegar la carta al emperador. Heraclio se encontraba por la tierra de Shâm (este territorio abarca Palestina, Jordania, Líbano y Siria, que antes eran una sola región. También se le denominaba “Gran Siria”) y mandó llamar a árabes comerciantes presentes en ese territorio para preguntarles sobre el acontecimiento. Durante ese suceso, se encontraba Abû Sufiân –un tío lejano y, al mismo tiempo, en ese entonces, acérrimo enemigo del Profeta Muhammad– con una caravana de comerciantes. Heraclio los llamó a su corte en presencia de los mayores dignatarios bizantinos; luego pidió la presencia de su intérprete, el cual tradujo la pregunta de Heraclio así:

« ¿Quién de vosotros tiene el parentesco más cercano con el hombre que se declara Profeta? »

Abû Sufyân dijo: « Yo soy su pariente más cercano (de entre los presentes) ».

Heraclio dijo: « Que se acerque a mí y que sus compañeros se paren cerca y detrás de él ».

Abû Sufyân añadió: «Heraclio dijo a su intérprete que diga a mis compañeros que él deseaba interrogarme acerca de aquel hombre (el Profeta) y que si mentía, ellos debían corregirme. ¡Por Dios! Si no fuese el temor a que mis compañeros me tacharan de mentiroso, hubiese mentido acerca de Muhammad » –que la paz y la misericordia de Dios sean con él–.

La primera pregunta que me hizo sobre él fue: « ¿Cómo consideráis su origen?»

Yo respondí: «Es de buena familia».

Luego me preguntó: « ¿Alguien ha reclamado algo así antes (La Profecía)? ».

Respondí: «No».

Heraclio preguntó: « ¿Le siguen los nobles o los humildes? ».

Le respondí: «Le siguen los humildes».

Heraclio preguntó: « ¿Alguno de sus ancestros ha sido rey? ».

Respondí: «No».

Dijo: « ¿Y estos aumentan o disminuyen? ».

Respondí: «Aumentan».

Luego preguntó: « ¿Alguno de sus seguidores le ha abandonado y ha renunciado a su religión por descontento de la misma? ».

Respondí: «No».

Dijo: « ¿Lo habéis acusado de mentir antes de su reclamo (de la profecía)? ».

Respondí: «No».

Dijo: « ¿Ha traicionado alguna vez su palabra? ».

Respondí «No. Hicimos una tregua con él, pero no se qué hará en ese tiempo. No encontré oportunidad de decir algo en contra de Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con él– excepto eso».

Heraclio preguntó: « ¿Le habéis combatido? »

Dije: «».

Dijo: « ¿Y cómo habéis salido del combate? ».

Dije: «Ha sido una guerra pareja: a veces triunfa él y a veces nosotros».

Dijo: « ¿Y qué os prescribe? ».

Respondí: «Dice: “Adorad sólo a Dios; no le atribuyáis copartícipes y dejad de adorar lo que adoraban vuestros padres”. Y nos recomienda la oración, la sinceridad, la castidad y el buen trato a los parientes».

Entonces dijo al intérprete: «Dile: “Te pregunté por su origen y me dijiste que era noble entre vosotros. Así también, los Profetas surgen de entre los nobles de su pueblo.

Te pregunté si alguien había reclamado lo mismo que él antes y me dijiste que no. Si hubieras respondido que sí, habría pensado que no hace más que seguir el reclamo de alguien más.

Te pregunté si hubo entre sus ancestros algún rey y dijiste que no. Si hubieses dicho que sí, habría pensado que es un hombre buscando recuperar el reino de sus ancestros.

Te pregunté si lo habíais acusado de mentir antes de reclamar la profecía y dijiste que no, así es que no pregunto cómo un hombre que no miente sobre otros hombres mentiría sobre Dios.

Luego te pregunté si le siguen los ricos o los pobres; me dijiste que eran los pobres y, de hecho, estos son los que siempre siguen a los Enviados.

Luego te pregunté si sus seguidores van en aumento; me dijiste que sí. Así sucede con la verdadera fe hasta que se completa.

Te pregunté si alguno de sus seguidores reniega descontento de su religión y dijiste que no. Pues así es con la fe cuando sus deleites invaden los corazones.

Te pregunté si es que traiciona y me dijiste que no, pues tampoco los Enviados traicionan. Luego te pregunté qué os prescribe y me dijiste que os ordena que adoréis sólo a Dios y que no le atribuyáis copartícipes, que os prohíbe adorar ídolos y que os ordena practicar la oración, la sinceridad y la castidad. Si es verdad lo que dices, pues, pronto ocupará este lugar. Sabía que vendría, pero nunca pensé que surgiría entre vosotros. Si estuviese seguro de tener que encontrarlo me apresuraría a hacerlo y si lo encontrase lavaría sus pies ».

Luego pidió la carta del Mensajero de Dios –que la paz y la misericordia de Dios sean con él– que Dihya (enviado del Mensajero de Dios al Emperador de los bizantinos) había entregado al Gobernador de Busra y éste, a su vez, entregó al Emperador para que la leyera.

Heraclio la leyó y contenía lo siguiente:

En el nombre de Dios, el Misericordiosísimo y el Compasivo

De Muhammad, hijo de ‘Abdullah y Enviado de Dios; a Heraclio, Gobernante de los bizantinos:

La Paz sea con quien sigue la guía. Dicho esto: Te invito al mensaje del Islam. Si te haces musulmán serás salvo y Dios te duplicará la recompensa. Y si rechazas la invitación al Islam, cargarás con el pecado de tus súbditos [Y te recitó lo revelado por el Altísimo].

Di: “¡Gente de la Escritura! Convengamos en una fórmula aceptable a nosotros y a vosotros, según la cual no serviremos sino a Dios, no le asociaremos nada y no tomaremos a nadie de entre nosotros como Señor fuera de Dios”. Y, si vuelven la espalda, decid: “¡Sed testigos de nuestra sumisión!” ﴿ (Corán 3:64).

Abû Sufyân añadió luego: «Cuando terminó de leer la carta hubo gran tumulto y voces en la corte y se nos ordenó retirarnos. Luego dije a mis compañeros: “El asunto del hijo de Abi Kabsha (Ibn Abi Kabsha: Apodo despectivo que Abû Sufyân usaba para referirse al Profeta), se ha hecho prominente. Hasta el Emperador de los bizantinos le teme ». De allí en adelante supe que triunfaría hasta que Dios introdujo el Islam en mi corazón. Compilado por Bujâri (1/6) y Muslim (3/1395) Bujâri en español hadiz 7.

Negus, Emperador de Abisinia y su conocimiento sobre la veracidad de la Profecía

Otro incidente que demuestra claramente que algunos estudiosos de la tradición Judeo-Cristiana sabían acerca de la veracidad del Profeta Muhammad es la historia del Emperador de Abisinia conocido como Negus. Negus y sus seguidores eran cristianos.

Durante la primera etapa del Islam, cuando los musulmanes de Makkah eran perseguidos, un pequeño grupo de ellos emigró a la cercana tierra de Abisinia. Uno de estos emigrantes era Umu Salamah –que Dios esté complacido de ella–. Ella narra: « Cuando nosotros llegamos a Abisinia, fuimos tratados muy hospitalariamente por Negus. Él nos garantizó la seguridad en nuestra religión, por lo tanto podíamos adorar a Dios sin ninguna persecución u obstáculo. ¡De hecho, nunca escuchamos un comentario en nuestra contra! Cuando los Quraish (de Makkah) escucharon esto, conspiraron contra nosotros y decidieron mandar dos fuertes hombres a Negus (‘Amr bin Al–‘Âs y ‘Abdul–lah bin Rabî’ah). Ellos le llevaban de los regalos más preciosos de Makkah. Partieron de Makkah con todos estos regalos y emprendieron el viaje hacia Negus mientras que nosotros vivíamos con él de una manera muy amistosa y hospitalaria. Antes de hablar con Negus, a cada patriarca le dieron su regalo correspondiente y después les dijeron: “Algunos jóvenes insolentes de nuestra gente han emigrado hacia el territorio de su Rey, se han dividido de la religión de su gente y no han entrado a su religión (Cristianismo), han llegado con una nueva creencia que no conocen ustedes ni nosotros. Hemos sido enviados por los líderes de nuestra comunidad para hablar con su Rey, al hablar con él, les pedimos que le aconsejen que nos devuelva a esos emigrantes sin que hable con ellos, pues su comunidad sabe más acerca de su estado y están más familiarizados con sus faltas”. Los patriarcas estuvieron de acuerdo con este plan.

Después, ellos fueron con Negus y le presentaron los regalos de los líderes de Makkah para él. Negus aceptó los regalos y les preguntó sobre lo que habían hablado con los patriarcas anteriormente. Al finalizar, los patriarcas a su alrededor le dijeron: “Ellos han hablado la verdad, su Majestad. No hay duda de que su gente sabe más acerca de ellos que nosotros y de sus indecencias. Retorna estos emigrantes a su gente y entrégaselos a estos dos hombres para que los lleven de regreso hacia su territorio”.

Negus se enfureció al escuchar esto y dijo: “¡No, jamás! ¡Juro por Dios que nunca se los entregaré hasta que los escuche! Ellos me han escogido sobre otros, han preferido mi reino sobre todos los reinos alrededor. Entonces, tengo que preguntarles qué es lo que tienen que decir. Y si encuentro que el asunto es como han relatado estos emisarios, se los entregaré a estos dos. Y si es el caso contrario, los protegeré para que no se los lleven y seré hospitalario con ellos hasta que permanezca mi reino”.

Después, Negus mandó un mensajero para convocar a los compañeros del Profeta. Durante el camino se preguntaban: “¿Qué es lo que se le dirá a Negus?”. Otros respondían: “Solamente le diremos lo que nuestro Profeta y Mensajero nos ha encomendado decir, no tergiversaremos la verdad, sin importar lo que nos acontezca”.

Al llegar al palacio, encontraron que Negus estaba junto a sus consejeros y Patriarcas y que tenían sus escrituras en frente de ellos.

Negus preguntó: “¿Qué religión es la suya que ha causado que dejen la religión de su gente, no han abrazado mi religión o alguna otra religión de las existentes en las comunidades?”.

Quién respondió fue Ya’far bin Abî Tâlib, primo del Profeta –que la paz y la misericordia de Dios sean con él–, quien dijo: “¡Oh Rey! Éramos gente que vivía en la ignorancia: adorábamos a los ídolos, comíamos de la carne muerta, y cometíamos indecencias., cortábamos los lazos familiares y tratábamos a nuestros vecinos de mala manera, el fuerte entre nosotros comía del débil. Permanecíamos en ese estado hasta que Dios nos envió un Profeta, un hombre entre nuestra comunidad. Sabemos acerca de su linaje, su veracidad, honestidad y castidad. Él nos llamó a creer en Dios, a que lo adoráramos únicamente a Él, que dejáramos lo que adorábamos y lo que adoraban nuestros padres, como las piedras y los ídolos. Nos encomendó ser veraces al hablar, cumplir con las promesas, mantener los lazos familiares y a tratar al vecino cortésmente. Nos encomendó a dejar todo lo malo, a parar el derramamiento de sangre, dejar el falso testimonio y a no tomar de la propiedad de los huérfanos y a alejarnos de calumniar a las mujeres de inmoralidad. Nos ordenó adorar a Dios solamente sin asociarle nada, nos encomendó la oración, dar caridad y el ayuno.

Entonces, nosotros creímos y tuvimos fe en él y lo seguimos en todo aquello que ha traído. Adoramos a Dios únicamente, prohibimos aquello que nos ha sido prohibido y hacemos lícito lo que se nos ha permitido. Pero nuestra comunidad ha mostrado enemistad hacia nosotros, nos ha torturado, castigado, e intenta regresarnos a la adoración de ídolos. Nos incitan a que regresemos al mal en el que prevalecíamos. Al haber estado en nuestra contra, ser injustos con nosotros, dificultarnos nuestros asuntos e impedirnos la práctica de nuestra religión, hemos emigrado hacia Su territorio y lo hemos elegido sobre todos los gobernantes.

Hemos deseado su hospitalidad y confiamos en que no seríamos oprimidos en su territorio ¡Oh Rey!”.

Negus le preguntó a Ya’far: “¿Acaso tienen alguna recitación que su Profeta haya recitado?”.

Ya’far dijo: “Sí”.

Negus dijo: “Recítenmela”.

Ya’far recitó partes del capítulo 19 del Corán, acerca de María y el Profeta Jesús, y lo que recitó fue:

Y narra [¡Oh, Muhammad!] la historia de María que se menciona en el Libro [el Corán], cuando se apartó de su familia para retirarse a un lugar al este.

Y puso un velo para apartarse de la vista [mientras adoraba a Dios] de los hombres de su pueblo. Entonces le enviamos Nuestro espíritu [el Ángel Gabriel] que se le presentó con forma humana.

Ella dijo: Me refugio de ti en el Clemente, si es que temes a Dios.

Le dijo: Soy el enviado de tu Señor para agraciarte con un hijo puro.

Ella dijo: ¿Cómo he de tener un hijo si no me ha tocado ningún hombre, ni soy una indecente?

Así será, le respondió, pues tu Señor dice: Ello es fácil para Mí. Y lo convertiremos en un signo para la humanidad y una misericordia. Es un asunto decidido.

Lo concibió y decidió retirarse a un lugar apartado.

Los dolores de parto la llevaron junto al tronco de una palmera.

Exclamó: Preferiría haber muerto antes de esto y así se me hubiera olvidado completamente.

Entonces [el Ángel] la llamó desde abajo [del valle]: No te apenes, tu Señor ha hecho fluir debajo de ti un arroyo.

Sacude el tronco de la palmera y caerán sobre ti dátiles maduros y frescos.

Come, bebe y conténtate. Y cuando veas a algún hombre dile: Por cierto que he realizado un voto de silencio por el Clemente, y no hablaré con nadie hoy.

Se presentó ante su pueblo llevándolo en brazos [a Jesús]. Le dijeron: ¡Oh, María! Ciertamente has hecho algo inaudito.

¡Oh, hermana de Aarón! Tu padre no era un hombre de mal, ni tu madre una indecente.

Ella lo señaló [al niño]; y le dijeron: ¿Cómo hemos de hablar con un niño que aún está en la cuna?

Entonces [Jesús] habló: Por cierto que soy el siervo de Dios. Él me revelará el Libro y hará de mí un Profeta.

Seré bendecido doquiera me encuentre y me ordenará hacer la oración y pagar el Zakât mientras viva.

Y me hará benevolente con mi madre. No dejará que sea soberbio ni rebelde.

La paz fue conmigo el día que nací, será conmigo el día que muera y el día que sea resucitado.

Éste es Jesús, hijo de María, es la verdad sobre la que ellos dudan [la Gente del Libro].

Dios no ha tenido un hijo. ¡Glorificado sea! Cuando decide algo dice: ¡Sea! Y es.

Por cierto que Dios es mi Señor y el vuestro, ¡Adoradle, pues! Éste es el sendero recto. (Corán 19:16–36).

Al escuchar esta recitación, Negus lloró tanto que hasta la barba se le humedeció, los patriarcas lloraron y humedecieron las Escrituras que se encontraban en frente de ellos. Y Negus dijo: “Juro por Dios que esta recitación, el mensaje de Moisés y Jesús provienen de la misma fuente”.

Le habló a los dos emisarios y dijo: “Váyanse, que por Dios nunca se los entregaré, ni estaré cerca de hacerlo”.

Al acontecer esto, uno de los emisarios dijo: “¡Oh su Majestad! Ellos hablaban muy mal de Jesús, el hijo de María, pregúnteles qué es lo que dicen acerca de él”.

Negus les preguntó: “¿Qué es lo que creen acerca de Jesús, el hijo de María?”.

Ya’far bin Abî Tâlib respondió: “Decimos de él lo que nuestro Profeta nos ha instruido decir: decimos que Jesús es el siervo de Dios, Su Mensajero y Espíritu, y que era una Palabra dada a la pura y virgen María”.

Al oír esto, Negus tomó una rama que estaba en frente de él y dijo: “Jesús, el hijo de María, no es contrario a lo que tú has dicho”. Esto significa que el mensaje de Jesús era exactamente igual a lo que Ya’far dijo.

Los patriarcas alrededor de Negus resoplaron (en descontento) y Negus dijo: “¡Aún así resoplen (lo que digo es cierto)!”. Se dirigió hacia los musulmanes y les dijo: “Váyanse, ustedes estarán protegidos en mi territorio. Quien los llegue a insultar será castigado, quien los llegue a insultar será castigado. Una montaña de oro no sería más querida por mí si es que yo los perjudicara”. Encomendó que los regalos de Quraish fueran devueltos y les dijo a los dos emisarios: “No necesito nada de ellos”».

Umu Salamah, la narradora de la historia, concluye: «Entonces, los dos emisarios fueron humillados, tuvieron que regresar a su tierra con los regalos. Permanecimos en el territorio de Negus, recibiendo la mejor hospitalidad y el mejor trato de los vecinos, finalmente regresamos al Profeta en Makkah. Y cuando Negus falleció, unos años después, cuando el Profeta emigró a Madinah, el Profeta rezó por él y dijo a sus compañeros:

Uno de sus hermanos ha muerto en otra tierra, levántense y recen por él”». (Adaptación del Musnad de Ahmad (1742) hadiz de Ya’far bin Abî Tâlib –que Dios esté complacido con él–.)

Algunos milagros que prueban la veracidad de la Profecía

Dios bendijo y apoyó a Su Profeta Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con él– con varios milagros para que los hombres reflexionaran y regresaran hacia su Señor, pero también para demostrar la veracidad de Su Mensaje. Muhammad no estaba solo, pues los Profetas anteriores también fueron bendecidos con milagros que probaban claramente que eran Profetas de Dios.

Uno de los milagros que le fue concedido al Profeta Muhammad sucedió cuando la gente de Makkah le solicitó un signo de su Profecía. Al acontecer esto, el Profeta les mostró cómo la luna se partía en dos, hasta que pudieron ver la montaña de Hira –una de las montañas de Makkah– entre dos semi–círculos en medio de la luna. Sin embargo, como es típico en todas las naciones que son muy arrogantes para creer en Dios, los habitantes de Makkah dijeron: «Muhammad nos ha hechizado», otros dijeron: « Si es que él nos ha hechizado, ¿no podría haber hechizado a otra gente? Le preguntaré a los viajeros que lleguen a Makkah en los próximos días para ver si vieron el mismo signo». Al preguntarles a estos viajeros, también relataron haber visto la luna partida en dos. Como Dios reveló en el Corán:

El Día del Juicio está próximo, y [como señal de ello] la luna se partió en dos [cuando los incrédulos de La Meca le pidieron al Profeta Muhammad un milagro]. Pero cuando contemplaron dicho signo, se rehusaron a creer apartaron y dijeron: Esto es magia poderosa. (Corán 54:1–2).

Otro milagro que le fue dado al Profeta Muhammad –que la paz y la misericordia de Dios sean con él– fue que brotara agua ente sus dedos, y sus compañeros bebían de ella hasta refrescarse y saciarse de ella. En otra ocasión, le fue dado al Profeta un pequeño contenedor de agua, y después de suplicarle a Dios, esta pequeña porción fue suficiente para un gran número de personas. En ese suceso, Anas, sirviente del Profeta, narra: «Una vez vi al Profeta, y se acercaba el tiempo de la oración de ‘Asr, la gente buscaba agua para hacer sus abluciones, pero no encontraban. Al Profeta le presentaron un recipiente con agua, colocó su mano en el recipiente y encomendó a la gente que se purificaran con ella, y vi el agua salir brotando entre los dedos del Profeta, y la gente se purificó hasta llegar al último».

Entre los milagros del Profeta –que la paz y la misericordia de Dios sean con él–, encontramos los siguientes: Las noticias acerca de los eventos futuros y lo que acontecería a su comunidad después de la Hora del Levantamiento, por eso sus compañeros sabían que iban a conquistar las tierras de Arabia por completo, Persia y Jerusalén. De hecho, después de la muerte del Profeta, sus compañeros narraron a la gente varios sucesos que escucharon al Profeta predecir, y varios de estos se hicieron realidad ante sus ojos. La mayoría de estas profecías –que fueron compiladas por los eruditos musulmanes narrando los dichos del Profeta y tenemos hoy en día– se han cumplido, pero hay otras que todavía están por suceder.

Hay muchos milagros científicos, que son tantos que no se pueden mencionar ahora, que eran un conocimiento desconocido para la gente de su tiempo, pero la ciencia moderna los ha ido demostrando poco a poco, por ejemplo, el siguiente dicho del Profeta –que la paz y la misericordia de Dios sean con él–:

«El niño no es el resultado de todo el semen (del padre)» Muslim (1438).

Los estudios recientes de la biología certifican esto, pues el órgano masculino realiza millones de estas células, o espermatozoides, y de todas éstas sólo expulsa alrededor del 1 %. De estos millones de células, solamente una pequeña cantidad penetra en el óvulo femenino. Esto fue dicho por el Profeta hace más de 1400 años –cuando nadie tenía conocimiento de la formación del cigoto y la composición del semen masculino–. ¿Cómo pudo haber tenido ese conocimiento, cuando nadie contemporáneo a él lo tenía? Solamente por haber sido inspirado por el Creador de los hombres.


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